MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El arte para la conciencia social

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El pasado fin de semana, el Teatro de Tecomatlán volvió a convertirse en un epicentro cultural de primer orden. Más de 2 mil asistentes, entre habitantes locales y visitantes de otros municipios, disfrutaron de un concierto excepcional del ensamble vocal mexicano Voz en Punto, reconocido a nivel internacional por la riqueza de su propuesta artística.

El evento, sin embargo, trascendió la simple presentación musical: se trató de una manifestación clara de la importancia que el Movimiento Antorchista otorga al arte como instrumento de transformación social.

La cultura no debe ser vista como un simple accesorio, sino como una necesidad básica ligada al derecho de vivir con dignidad.

El ingeniero Aquiles Córdova Morán, secretario, expresó al término de la función: “Para nosotros el arte es esencial en nuestro quehacer cotidiano como organización política que busca organizar al pueblo, educarlo y concientizarlo para crear un México mejor, donde la riqueza se distribuya equitativamente entre todos los trabajadores y no se concentre en unas cuantas manos”.

Detrás de esas palabras hay una profundidad y una organización que ve en la cultura no sólo un adorno o un pasatiempo, sino un arma de concientización y de lucha frente a un sistema que, a través de la ideología dominante, busca perpetuar la desigualdad y la explotación.

No es un secreto que la cultura se encuentra, en la actualidad, atravesada por un ambiente cargado de ideología. Los medios de comunicación, el entretenimiento masivo y las redes sociales promueven una visión del mundo que invitan a aceptar la pobreza como un destino inevitable. Se exalta el consumo individualista, se normaliza la precariedad laboral y se ridiculiza la protesta social. 

Frente a esa realidad, Antorcha plantea una alternativa: recuperar el arte nacido del pueblo y devolverle su capacidad de generar identidad, unidad y conciencia de clase.

El concierto de Voz en Punto fue ejemplo de ello. El repertorio incluyó desde piezas de Cri-Cri, que evocan la niñez y la memoria colectiva, hasta canciones como Bésame mucho, Sombras, Copitas de mezcal o el icónico son jalisciense La negra. Pero también destacó la interpretación de El son de la vida, del director José Galván, acompañado por jóvenes del Instituto de Artes Macuil Xóchitl. 

Esta colaboración fue símbolo de lo que el arte puede lograr cuando se vincula con la educación y con el compromiso social.

Al corear, aplaudir y participar, los asistentes comprendieron que la cultura no es neutral: tiene un sentido, y puede ser utilizada para dignificar al pueblo o para mantenerlo sometido.

El propio director de Voz en Punto, José Galván, lo reconoció al recorrer la cabecera municipal: “Llega uno a Tecomatlán y desde el arco de bienvenida se siente algo muy bonito, ver la importancia que tiene la educación, la cultura, el deporte. Muchas felicidades porque uno quisiera ver así a todos los pueblos de México”.

No se trata de una exageración. La infraestructura cultural y deportiva de Tecomatlán —construida sin apoyo gubernamental, únicamente con el esfuerzo organizado de los antorchistas de todo el país— es testimonio de que el pueblo puede generar espacios dignos si cuenta con dirección, unidad y objetivos claros.

Mientras muchos municipios del país carecen de teatros, centros culturales o instalaciones deportivas, Tecomatlán demuestra que la organización popular es capaz de construirlos.

Lo dicho por Córdova Morán sobre la “perversidad de la ideología dominante” resulta más vigente que nunca. En un país donde la riqueza se concentra cada vez más en unas cuantas manos, el arte corre el riesgo de convertirse en un lujo exclusivo de las élites. Festivales con boletos inalcanzables, exposiciones pensadas para el turismo extranjero, conciertos diseñados para vender más que para enriquecer la experiencia humana.

Frente a eso, la apuesta de Antorcha por acercar a la gente trabajadora espectáculos de calidad como el de Voz en Punto tiene un valor estratégico. El pueblo no sólo necesita pan y techo, también requiere cultura, educación y belleza para reconocerse como sujeto histórico y para entender que la pobreza no es un destino, sino el resultado de un sistema económico que puede ser transformado.

El concierto de Tecomatlán dejó más que aplausos. Dejó una reflexión sobre el papel del arte en la construcción de un país más justo. La cultura no debe ser vista como un simple accesorio, sino como una necesidad básica ligada al derecho de vivir con dignidad. 

Así como se exigen empleos, salarios justos o servicios públicos de calidad, se debe exigir acceso al arte y la cultura como parte de los derechos fundamentales de la población.

Voz en Punto no sólo cautivó al público, también mostró que es posible articular el talento artístico con la lucha social. En palabras de Galván, cantar con los jóvenes de Macuil Xóchitl fue “magnífico”. Esa colaboración abre la puerta a nuevas alianzas entre artistas comprometidos y movimientos sociales que entienden el arte como herramienta de liberación.

En tiempos donde la desigualdad se profundiza, donde los presupuestos culturales se reducen y el entretenimiento se privatiza, experiencias como la de Tecomatlán son faros de esperanza. Nos recuerdan que el arte tiene poder, y que ese poder, puesto al servicio del pueblo, puede contribuir a construir un México distinto, un México más humano y solidario.

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