Todo se podría aceptar, menos que, en aras de una ambición desmedida meramente personal, se transgredan los derechos más elementales de las clases empobrecidas de México; que a todas esas familias se les utilice únicamente en los discursos y que no se les brinde un ápice de atención.
Ha sido la famosa cuarta transformación, emanada del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), la que ha violentado los derechos más elementales de las clases empobrecidas, con atentados que han puesto en práctica muchos de sus miembros que se encuentran en puestos gubernamentales.
La actitud de Berenice Hernández la exhibe como una mala gobernante, que viola su compromiso de respetar la Constitución, que, entre otras cosas, establece el derecho de los mexicanos a una vivienda digna.
En esta ocasión se puede confirmar que ese tipo de hechos lamentables se viven al revisar un problema en Tláhuac, de la Ciudad de México, tal como lo consigna Homero Aguirre Enríquez, vocero nacional del Movimiento Antorchista.
“Desde hace meses, un grupo de familias muy pobres de Tláhuac se han estado manifestando en diversas partes de la Ciudad de México para que la alcaldesa morenista, Berenice Hernández, autorice que se construya en esa alcaldía un edificio con varios departamentos que, una vez construidos, serán otorgados a crédito a las familias solicitantes. La alcaldesa se niega a permitir la construcción, a pesar de que el Instituto de Vivienda de la Ciudad de México revisó y aprobó el proyecto y conseguirá el financiamiento para construir el edificio.
Hasta el momento de escribir estas líneas, la alcaldesa se niega rotundamente a dar permiso para iniciar los trabajos, lo que es una actitud cerrada y sectaria que lo único que provocará es que aumenten la intensidad y la frecuencia de las protestas de estos trabajadores capitalinos, que necesitan con urgencia esas viviendas y están de acuerdo en pagarlas a plazos, como corresponde a sus escasos ingresos. La actitud de Berenice Hernández la exhibe como una mala gobernante, que viola su compromiso de respetar la Constitución, que, entre otras cosas, establece el derecho de los mexicanos a una vivienda digna.
Los solicitantes tienen fuertes razones para decidirse a luchar por un hogar digno para sus hijos. Llevan décadas peregrinando en las oficinas de la Ciudad de México en busca de una opción para construir una casa propia donde vivir. Entre ellos se encuentran los habitantes de un predio llamado ‘Buena Suerte’, ubicado en la calle del mismo nombre, en donde viven hacinadas, desde hace casi dos décadas, cientos de personas, en casas construidas con cartón, láminas usadas y otros materiales de desecho industrial; son casi 200 familias que deben usar colectivamente baños, lavaderos y tomas de agua, y ruegan a Dios que no llueva mucho porque, cuando eso sucede, el predio se inunda con las aguas que se regresan del drenaje inservible de la calle. Su petición, simple, irrebatible y apegada a la ley de que se les venda a plazos de pago un departamento en esta ciudad donde ellos viven, trabajan y en la cual nacieron ellos y sus hijos, es una prueba de fuego para quienes dicen que son parte del gobierno de ‘primero los pobres’. Berenice Hernández ha reprobado ese simple examen; alguien con autoridad debe intervenir para que no se imponga la voluntad irracional y llena de odio sectario contra mexicanos que tienen derecho a una vivienda.
La alcaldesa de Tláhuac dice que no autoriza la construcción del mencionado edificio para que estos trabajadores mexicanos vivan con la dignidad que merecen, porque en la alcaldía ya ‘no hay agua, ni drenaje’, pero eso se contradice con la autorización otorgada por su administración para construir, por ese mismo rumbo, en la calle Guillermo Prieto, un conjunto habitacional de ‘gama alta’, para personas con altos ingresos. Resulta que para ellos sí hay agua y drenaje, pero para los pobres y desamparados del predio Buena Suerte sólo hay negativas, insultos y desdenes de la alcaldesa. Esa es la razón de las protestas civiles de cientos de trabajadores que exigen una porción de patria donde vivir como seres humanos con sus familias”.
Lo cierto es que se vuelve a confirmar que los morenistas son verdaderos lobos con piel de oveja, disfrazados de pobres, pero, en realidad, viven como jeques, como reyes; pueden llegar a comer en los mercados, pero, llegando a sus suntuosas residencias, se sirven viandas exquisitas con la atención de un ejército de sirvientes.
Eso es únicamente una de tantas tropelías que han cometido en contra de los mexicanos, porque hay muchas otras donde han llegado a despreciar el sistema de salud en el país, que ellos mismos crearon, para atenderse en el extranjero, mientras que, en el caso de la educación de sus hijos, no lo hacen en escuelas públicas, sino en colegios privados sumamente costosos.
Viajan en avión, cuentan con varios autos y choferes; únicamente utilizan todo lo que está al alcance de las clases pobres cuando hay contiendas electorales en puerta, con la finalidad de mostrarse populistas en una mentira completa que debe ser condenable por todos los compatriotas.
Aguirre Enríquez continúa refiriendo: “Por estos días, varios funcionarios morenistas presumen mucho las cifras en donde el Inegi afirma que ha disminuido el número de pobres en el país, cifras que Julio Boltvinik, experto en estudios sobre la pobreza, ha calificado como ‘más falsas que una moneda de dos pesos con cincuenta centavos’ y ha dado muchos argumentos para sostener su dicho. Creo que tiene razón, y agrego que, sin ninguna duda, carecer de una vivienda digna, dotada de servicios públicos, suficientemente amplia para evitar los nocivos hacinamientos, con privacidad y seguridad garantizadas, es uno de los indicadores más claros de pobreza, desamparo y fealdad de la vida cotidiana de millones de mexicanos. Basta un dato para reflejar la pobreza galopante en forma de carencia de vivienda en nuestro país: ‘El Rezago Habitacional Ampliado (viviendas con hacinamiento, o sea, donde viven más de dos personas por dormitorio; construidas con material de desecho, láminas, carrizo, bambú, etcétera, con piso de tierra, sin excusados —como en el predio Buena Suerte—) totalizó casi nueve millones de viviendas en 2022, lo que representa el 24.3 % del total de viviendas habitadas en el país. En resumen, en una de cada cuatro viviendas donde habitan los mexicanos se padece hacinamiento y están en pésimas condiciones materiales. Y, conforme crece la población y se forman nuevas familias, el problema no disminuye, sino que alcanza niveles de espanto, pues donde originalmente vivía una familia, ahora viven dos o tres familias. En esas circunstancias, ¿alguien puede aplaudir que Berenice Hernández se oponga a que se construyan departamentos para que abandonen sus chozas un grupo de mexicanos?’”.
El vocero nacional antorchista no se equivoca cuando advierte que las protestas irán en aumento en contra de dicha alcaldesa morenista, que ha demostrado fehacientemente estar al servicio de los ricos, y no tarda en reventar la indignación nacional después de ver que quienes promueven la cuarta transformación se han enriquecido a manos llenas mientras echan mano de los pobres para aderezar sus discursos, nunca para velar por ellos.
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