MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Que la juventud encienda la llama

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Las imágenes son claras: el gobierno de la doctora Claudia Sheinbaum Pardo dio la indicación al cuerpo de granaderos para impedir el paso a miles de estudiantes de Oaxaca que se dieron cita para llegar hasta la “mañanera del pueblo”, donde todos los días la presidenta “informa” y da indicaciones a sus funcionarios. El resultado fue empujones y golpes a los jóvenes con escudos, toletes y más artefactos . Los videos y las fotografías no mienten, valen más que mil palabras. Sin embargo, no contaban con el ímpetu de la juventud inconforme, decidida a abrirse paso y llegar frente a Palacio Nacional.

Los estudiantes no solo buscaban hacerse escuchar, sino exigir de manera digna que los atropellos contra el estudiantado de Oaxaca fueran atendidos y erradicados, además de que piden devolución de su albergue estudiantil Villas de Monte Albán. Pero ni los asesores, quienes, como se dice, nunca actúan sin el consentimiento presidencial, calcularon que la juventud no se resigna a callar y se conforma como lo hacen otros sectores de la sociedad. A pesar de todo el proceso de manipulación ideológica que busca adormecer a los jóvenes —mediante entretenimiento vacío, redes sociales, drogas repartidas masivamente y sin control incluso dentro de las escuelas—, no todos están atrapados en esa alienación. Siempre habrá quienes se levanten con dignidad, inconformes, llenos de vigor, convencidos de que la revolución es necesaria. Aunque aún no sean mayoría, pero eso basta para hacer temblar al gobierno.

La represión contra estos estudiantes se da, además, en un contexto cargado de simbolismo para la juventud mexicana. Apenas se cumplen once años de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, un crimen que sigue impune a pesar de las promesas del gobierno de López Obrador de esclarecerlo. Las familias de los estudiantes, y ahora también el propio movimiento juvenil, han denunciado que la impunidad continúa bajo el gobierno de Morena, pues a pesar de los anuncios de nuevas líneas de investigación y la posibilidad de más detenciones, la verdad completa sigue sin aparecer.

El clima de indignación se intensifica también porque estamos cerca del 2 de octubre, fecha en que se recuerda la masacre de Tlatelolco, símbolo de la represión contra la juventud mexicana y que evoca las batallas estudiantiles previas, como la resistencia en el Casco de Santo Tomás. Cada año, esta memoria revive entre los jóvenes el sentimiento de que el gobierno responde a la inconformidad con violencia y silencio. Es decir, el gobierno de la “transformación” actuando como los que tanto criticaron, o peor.

A este escenario se suma un hecho reciente que cimbró a la comunidad estudiantil: el asesinato de Jesús Israel, alumno de 16 años del CCH Sur, ocurrido el pasado 22 de septiembre: fue apuñalado por otro estudiante de 19 años, Lex Ashton, quien tras intentar huir terminó lesionado y bajo custodia policial. La escuela, que es el refugio de millones de jóvenes ante lo que ocurre en sus familias que viven en pobreza, miseria e inseguridad en las calles, hoy es un lugar inseguro, donde tampoco se puede estar tranquilo. Este suceso, que pudo haberse prevenido, es percibido como otra muestra del abandono y la indiferencia con que el Estado mexicano trata a la juventud.

Todo esto no es poca cosa. El país, nuestra patria, está amenazada desde afuera por los intereses de potencias extranjeras como Estados Unidos y, desde dentro, por gobiernos que pretenden sofocar el descontento juvenil. Lo que se requiere es un pueblo que despierte, que se levante, que luche y que haga escuchar su voz. 

La historia ha demostrado que en distintos países ha sido la juventud la chispa que enciende la llama de la rebelión; si los estudiantes se atrevan a desafiar lo establecido, puede ser el inicio de una transformación mayor. Que los jóvenes despierten y se levanten contra la injusticia (ayer por lo de Ixtapaluca, hoy por lo de Oaxaca, mañana por cualquier otra arbitrariedad del gobierno) es un timbre de inicio, una chispa que esperamos sea seguida por el pueblo trabajador, quien en última instancia tiene la fuerza real para derrocar cualquier poder, siempre y cuando sea una, hombro con hombro, siguiendo el ejemplo de sus estudiantes.

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