MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

CRÓNICA | Mafalda y Timoteo se encuentran en San Luis Potosí capital

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  • Una pequeña muestra escultórica con gran significado cultural une a dos artistas y dos países: Rodrigo de la Sierra y Quino

La escultura, una de las bellas artes, tan bella y tan arte como la danza, la pintura, la arquitectura, la música, etcétera, la cual, por serlo, encierra ya, en sí misma, un caudal de significados. La muestra que esta vez se presenta en San Luis Potosí capital es pequeña, pero llena de un singular y profundo significado.

Acompáñenos en este recorrido.

La muestra es exhibida, fundamentalmente, en la parte norte de la Plaza de Armas de la capital potosina, con una prolongación en la calle Zaragoza, ubicada precisamente en el corazón del centro de la ciudad, y que colinda tanto con el palacio de gobierno, sede del Poder Ejecutivo estatal, por un lado, como con el Palacio Municipal por otro: dos magníficas construcciones de tipo colonial, reflejo del reconocido esplendor de aquella época de copiosa extracción de metales preciosos que dio lustre a toda la región; a cuyos costados se levantan construcciones del mismo tipo en un magnífico conjunto en cantera rosa que es todo luz y armonía.

De acuerdo con la información proporcionada a quienes se interesan por indagar en el significado de la muestra y de los personajes de la misma, Timoteo, un carismático personaje, es un hombre sin rostro definido, creación del artista mexicano Rodrigo de la Sierra, que, desde su mutismo, pide explicaciones desde lo cotidiano a quien lo contempla sobre la política, la economía y la sociedad.

El personaje nos confronta con lo absurdo, lo rutinario y lo profundamente humano del Siglo XXI. Pero, sobre todo, de ahí su importancia, nos invita a una reflexión crítica sobre nuestra sociedad.

La exposición escultórica también incluye una réplica tridimensional de la internacionalmente conocida Mafalda, del creador argentino Joaquín Salvador Lavado Tejón, una niña de quien su propio autor refirió que intenta resolver el dilema de quiénes son los buenos y quiénes son los malos de este mundo.

Más allá de la anécdota y parafraseando a su creador, ¿quién no recuerda las agudas respuestas o frases lapidarias de la caricatura que al mismo tiempo transmite un mensaje —reflexivo, divertido, universalmente entendible—? 

Por ejemplo, cuando le inquieren si practica algún deporte extremo, la pequeña de negra cabellera enmarañada responde con un rotundo: “Sí, porque suelo decir lo que pienso”; demoledora frase dirigida tanto a los enemigos abiertos o embozados de la libertad de expresión como a los valores de una sociedad invadida por la hipocresía en las relaciones humanas.

O aquella frase: “Es peligroso no estudiar porque te obliga a creer lo que te digan”, refiriéndose a la imperiosa necesidad social de adquirir un profundo pensamiento crítico. O la crítica un tanto sutil al trabajo en una sociedad de “libre mercado”. ¿Por qué esta vida que se gana trabajando tiene que desperdiciarse trabajando para ganarse la vida?

En el caso de Timoteo, basta ver su representación en la escultura con el título “Bajo control”, en la que saltan a la vista de inmediato tres clases de seres humanos: los de abajo, los de la media y los de arriba. Y en tanto que los de abajo están abrazando el mundo, en estrecha unión con este y abarcándolo en una extensión superior a la mitad del globo terráqueo, los otros dos personajes dan la clara impresión de que, aun haciendo extremo equilibrio y pisando fuerte con un solo pie, al suficiente movimiento de los de abajo caerían por tierra, pese al pesado control que mantienen sobre aquellos.

O aquella metáfora idealizante en tercera dimensión con el título de “Volar”, en la que el pobre, literalmente sin zapatos, se aferra con uñas y dientes a un globo de fiesta (que bien pudiera representar los sueños de una vida mejor que, por la debilidad del vehículo para ascender, no podrá realizarse, evidentemente), mientras que los de “razón”, los bien vestidos y acicalados, lo sostienen ahora en una escala inversa a la presentada en la ya comentada “Bajo control”.

Estas cosas características, que sin duda llaman a la reflexión e invitan al público espectador a preguntarse y cuestionar su vida y la de la sociedad que lo rodea, marcan la trascendencia de su significado y, por tanto, la importancia del espectáculo, haciendo referencia a que tal importancia no está, para nada, directamente relacionada con lo multitudinario, sino con su característica de verdadero cultivo de la inteligencia y sensibilidad, intrínseca.

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