En una reciente entrevista con el periodista Joaquín López-Dóriga para su espacio, la gobernadora de Quintana Roo, Mara Lezama Espinosa, apuntó que su administración ha logrado una importante “disminución de la violencia”.
Además, sostuvo que “para lograr recuperar la paz, primero hay que invertir en la seguridad; no puede ser de la noche a la mañana. Hay que invertir en tecnología, investigación, patrullas, mejores sueldos, en limpiar las corporaciones policiacas. Es ir desarticulando estas bandas que hacen daño, hay que trabajar en ello, tener un mapa delictivo”, dijo.
La creciente inseguridad en Quintana Roo ha generado una profunda preocupación en la ciudadanía y afecta tanto a la población vulnerable como al motor turístico que sostiene la economía del estado.
Acto seguido, afirmó que “…hoy podemos hablar de -72 % de homicidios, no es cosa fácil y tampoco es como para regodearnos, pero hay que seguirlo trabajando todos los días”, señaló.
Y por si eso fuera poco, la mandataria se atrevió a afirmar que “tenemos una colaboración total, tenemos una mesa de seguridad a la cual voy todos los días donde cruzamos información. Hemos logrado muchas cosas, hay una gran colaboración con Marina, Ejército Mexicano, el equipo de SSPC de Omar García Harfuch, hay que recuperar la paz lo más pronto posible y a paso firme”, refirió.
Cuando Mara Lezama Espinosa asumió la gubernatura, a finales de septiembre de 2022, recibió el cargo con altos índices de violencia, inseguridad y pobreza sin precedentes.
Un reto que tenía presente la primera mujer en la historia que gobernaría el estado por cinco años; asimismo, hizo la promesa de que en su administración habría un cambio “radical” y con verdaderos principios sobre la manera de gobernar a favor del pueblo, basado en el “decálogo” del partido en el poder.
Sin embargo, como dice el viejo y conocido refrán, “del dicho al hecho hay mucho trecho”. Lo cierto es que la realidad desenmascara y retrata de cuerpo entero a los políticos del momento y sus compromisos, afectando a los miles de quintanarroenses en inseguridad y crimen organizado. Enlistaré sólo algunos ejemplos para demostrar lo aquí señalado:
Tras poco más de dos años y medio en el poder, Mara Lezama sigue enfrentando serias dificultades para contrarrestar la inseguridad, la violencia y la pobreza que prometió erradicar desde el primer día de su gobierno. Tan es así que en 2022, en promedio, el 78.3 % de la población consideró que vivir en la entidad es inseguro a consecuencia de la violencia. En marzo de 2025, la percepción de inseguridad en la entidad se mantuvo en 79.5 %. Es decir, la crisis no descendió; al contrario, tuvo un ligero aumento, superando la media nacional de 61.9 %. Un porcentaje contradictorio con las afirmaciones de la actual mandataria, pues aunque las cifras no siempre traducen confianza, para poder comprender este panorama, es imprescindible abocarnos a la realidad, a la opinión del obrero, trabajador y ama de casa que viven en las zonas olvidadas e inseguras.
Afirmar que en Quintana Roo los índices de homicidio se redujeron al -72 % es un engaño, una manipulación de la realidad y una salida fácil a los problemas que ni el rubor ni el maquillaje ocultarán. La situación actual es inocultable, pues esto afecta desde el norte hasta el sur del estado. Además, en los medios de comunicación, en sus primeras planas, todos los días se informa sobre los índices de inseguridad y violencia en todas sus variantes. Lo preocupante es que la gran mayoría de estos incidentes arrastra a jóvenes de entre quince y 30 años de edad.
A pesar de la inversión millonaria de más de 346 millones de pesos (600 millones el año anterior) para la seguridad y vigilancia, y la adquisición de nuevos equipos tácticos, patrullas, mejores prestaciones, equipamiento operativo y tecnológico, y hasta helicópteros, Quintana Roo todavía no supera ni siquiera un poco la inseguridad. Al contrario, los ciudadanos se sienten más inseguros al pasar de los días. Además, los quintanarroenses no tienen confianza en las instituciones locales y tienen miedo de ser víctimas de la delincuencia. Eso se debe a que, sorprendentemente, un cuarto del total de los hogares reporta haber sido víctima de robo o extorsión, lo que verdaderamente es alarmante y llama la atención.
Casi la mitad de los quintanarroenses vive en pobreza y pobreza extrema. Por eso, alguien ha escrito que la entidad tiene dos caras, y no miente: la del polo turístico más importante del país, con caros hoteles, restaurantes de lujo, vida nocturna e importantes empresas que generan millones de pesos, pero también aquella faceta donde niños y mujeres trabajan en las esquinas o piden limosnas, y habitan humildes viviendas donde apenas hay para comer o para el transporte urbano. Esta situación urge revertirla.
Además, la violencia sigue siendo una amenaza latente que pone en riesgo la estabilidad del pueblo en general. Son los que más sufren todos los días, pero además afecta gravemente al sector turístico, motor clave de la economía del estado. La preocupación ha escalado a otro nivel, no sólo entre la población vulnerable que diariamente exige a los tres órdenes de gobierno más seguridad y presupuesto para combatir la delincuencia.
Lamentablemente, la creciente inseguridad en Quintana Roo ha generado una profunda preocupación en la ciudadanía, pues consterna la ola de delincuencia que se está desatando en la zona norte y sur de la entidad. La violencia sigue siendo una amenaza latente que pone en riesgo la estabilidad del pueblo en general. Son los que más sufren todos los días, pero además afecta gravemente al sector turístico, motor clave de la economía del estado.
Desde luego, por la falta de empleos seguros y bien remunerados, la insuficiencia alimentaria y otros factores, se ha deteriorado el bienestar social, lo que ha dado paso a problemas como robos, asaltos a mano armada y delincuencia, entre otros. Estos son efectos de un sistema injusto cuya causa es la pobreza y la desigual distribución de la riqueza.
Ante este gris panorama, el gobierno del estado, aunque el problema de la inseguridad y la pobreza no es exclusivo de Quintana Roo, debe redoblar esfuerzos e implementar medidas serias, así como destinar los recursos suficientes para controlar y disminuir los altos índices de delincuencia e inseguridad que imperan en la entidad.
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