Probablemente, desde su título, este artículo cause polémica; pero está sustentado que el debate de ideas entre seres pensantes es siempre productivo; y nunca debemos olvidar que lo que corona un triunfo son los hechos, ya que, cual espejo, nos reflejan la realidad que vivimos en cualquier esfera de nuestra vida.
El Congreso de la nación perdió el sentido de independencia, pero, sobre todo, abandonó su calidad de representante de las grandes masas depauperadas.
Para entender el contexto de este problema me voy a referir a la vida política de nuestro país, por lo que primero creo conveniente hacer una breve remembranza del momento histórico en el que se constituyeron los tres poderes en México: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. La división de poderes se consagró formalmente en la Constitución de 1824, que dividió el poder supremo de la federación y estableció las bases de los tres poderes.
La Constitución de 1857 mantuvo esa división como un principio elemental. Por último, la Constitución de 1917 retomó lo planteado en la Constitución de 1857 y consolidó el sistema federal con la separación de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
Sin embargo, no debemos olvidar que fue José María Morelos y Pavón quien en el documento “Sentimientos de la nación” propuso la división del poder político en los tres ya mencionados. Por lo anterior, si bien es un logro el establecimiento de estos tres poderes, en los hechos tal división resultó inexistente.
La amplia mayoría del partido en el gobierno en la Cámara de Diputados y en el Senado permitía al presidente en turno tener el control del Poder Legislativo.
“No fue sino hasta 1997 cuando por primera vez los partidos de oposición lograron más diputados que el partido del presidente, entonces del PRI. Había iniciado así la era de ‘gobiernos divididos’, donde el presidente tenía que convivir con un Congreso en que el partido oficial no contaba con la mayoría; lo cual obligaba al Ejecutivo a pactar con al menos un partido relevante de la oposición cada acuerdo parlamentario. Ernesto Zedillo en la segunda mitad de su sexenio (1997-2000) tuvo una Cámara de Diputados de mayoría opositora. Después, Vicente Fox (2000-2006), Felipe Calderón (2006-2012) y Enrique Peña (2012-2018), enfrentaron esa misma situación en ambas Cámaras legislativas a lo largo de sus mandatos” (“La captura del Congreso por Morena”, Revista Nexos, 1 de julio de 2019).
Por todo lo anterior, salta a la vista que trabajar en armonía con el Congreso de la nación es fundamental para que un presidente pueda hacer realidad un proyecto de nación integral, lo cual no debería ser un problema, siempre y cuando tenga ejes claros a favor de un mayor desarrollo de nuestra nación; pero, sobre todo, pensando en favorecer primero a los trabajadores, generando empleos bien pagados, que les permita vivir dignamente; porque querer controlar el país para seguir siendo el patio trasero de Estados Unidos, en medio de un caos de inseguridad que recorre toda nuestra patria, donde no se asigna suficientes recursos a la Salud, a la educación, a las obras públicas que el pueblo necesita con urgencia, eso es ser fariseo de la política.
Sin embargo, lo que vemos actualmente es que un día sí y otro también, el presidente del Congreso se reúne constantemente sólo para ver qué se le ofrece al presidente, qué nuevas reformas necesita para garantizar que su partido continúe en el poder.

El Poder Legislativo está arrodillado ante el Poder Ejecutivo, como nunca antes se había visto en tantos gobiernos “del pasado”, que los morenistas tanto criticaron; hoy se nota que ya aprendieron de los “gobiernos neoliberales”; porque la corrupción, la inseguridad, el engaño y la mentira se vistieron de verdad, institucionalizando todas las malas prácticas de los políticos de ayer que la 4T juró desterrar y que fue la bandera que les permitió ganar adeptos entre la gente que se encontraba inconforme con el desempeño de los partidos anteriores, capitalizando el descontento, esgrimiendo promesas de transformación que –hoy queda claro– sólo fue un engaño para sumar más votos a favor de sus candidatos.
El Congreso de la nación perdió el sentido de independencia, pero, sobre todo, abandonó su calidad de representante de las grandes masas depauperadas. Hoy, por ejemplo, a mucha gente no le queda claro para qué sirve el Congreso, porque pareciera que se empeñan en legislar siempre a favor del gran capital, a favor de los que verdaderamente son dueños de nuestro país.
Pero aquí no terminan nuestras tragedias; el 1 de junio de este año se llevó a cabo la primera elección de magistrados, jueces y ministros, con cerca de 13 millones de votos; lo cual, de entrada, nos habla de lo antidemocrático de esta práctica dirigida desde Palacio Nacional, sobre todo, si tomamos en cuenta que somos más de 101 millones 862 mil votantes.
¿Dónde quedó la democracia? A este proceso viciado hay que sumarle que los candidatos fueron seleccionados a través de una tómbola y nunca sustentados en su grado de estudios y experiencia profesional.
Pero aún hay más: se documentó en varios medios de comunicación que este proceso fue ampliamente señalado porque a los votantes se les daba un “acordeón”, ya que los pocos que participaron ignoraban totalmente el método para votar y, sobre todo, desconocían a los candidatos.
Como país fuimos el hazmerreír internacional: ¿Cómo era posible que los mexicanos permitieran semejante circo? Increíble, pero cierto. Así pasó; y el Poder Judicial fue formado “a modo”. Nunca en la historia de nuestro país se montó semejante teatro y se pisoteó tanto la dignidad ante la indiferencia de los mexicanos.
Por último, por su importancia en las decisiones del país está el Poder Ejecutivo ejercido por el presidente en turno; del cual no se ve gran diferencia con respecto a sus antecesores. La sumisión al gran capital es incuestionable, así como el sometimiento de la soberanía nacional a los pies de Estados Unidos.

Muy lejos quedó el liderazgo de grandes presidentes como el general Lázaro Cárdenas del Río. ¡El respeto se gana, no se impone!
Con un altísimo nivel de inseguridad, el Estado mexicano le ha fallado al pueblo. Hoy, altas vallas metálicas custodian Palacio Nacional, haciendo palpable la indiferencia a las quejas que motivan las manifestaciones públicas, derecho que aún forma parte de nuestra gran carta magna.
Se ignoran las marchas de doctores que exigen medicamentos y mejores condiciones en los hospitales, se ignora a los maestros que exigen mejores condiciones de trabajo (por cierto, prometidas en campaña por la actual mandataria), se minimiza a las miles de personas que marcharon en Uruapan tras la muerte de Carlos Manzo, se resta importancia a las quejas en las redes sociales, tachándolas de “bots”; a los que se atreven a denunciar la falta de servicios básicos en comunidades y colonias marginadas se les llama “chantajistas”.
Son millones de mexicanos los que se preguntan, ¿Dónde quedaron las promesas de una transformación? Hoy, ese principio de la división de poderes que era precisamente para equilibrar las decisiones y garantizar que las instituciones actuaran obedeciendo a la Constitución quedó muy lejos de la realidad.
Conclusión: cuando un gobierno no representa los verdaderos intereses del pueblo, se disfraza de redentor, desaparece la división de poderes para no poner en riesgo su continuidad y permanencia en el cargo; todo indica que el poder se está concentrando en una sola persona; todo demuestra que nos encaminamos a una dictadura y que no falta mucho para que el poder absoluto quede en manos de la gran burguesía y, como consecuencia, el sometimiento total de nuestra nación a los poderes internacionales como el Fondo Monetario Internacional, así como a intereses siniestros de un grupo de oligarcas que controla no sólo a México, sino la economía y la política mundiales, una política imperialista dispuesta a pasar por encima de cualquier nación para controlar sus recursos naturales y su muy barata mano de obra.
¡Pueblo, despierta! No olvidemos el legado de José María Morelos y Pavón, de Miguel Hidalgo y Costilla, de Francisco Villa y Emiliano Zapata, verdaderos representantes del pueblo mexicano.
El Movimiento Antorchista te invita a organizarte y luchar por un mejor país. Todos unidos como un solo hombre y un solo ideal lo podemos lograr.
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