Una de las consecuencias del debilitamiento, paulatino e irreversible, de los Estados Unidos (EE. UU.) como potencia mundial unipolar, del que se ha derivado su relativa incapacidad para dictar condiciones en donde antes era invencible, como en el Lejano Oriente, África, Medio Oriente y otras regiones del planeta, es su atrincheramiento en América Latina y el regreso de la imperialista Doctrina Monroe, aquella que se resumió en la consigna de “América para los americanos” (o sea, América para los estadounidenses), lo que para los gringos significa redoblar la intimidación contra gobiernos latinoamericanos y promover operaciones que incrementen el control territorial y el acopio de recursos naturales en esta región del mundo, donde vivimos los mexicanos.
Por estos días vemos en el sur de nuestro continente un caso que nítidamente refleja esa actitud de redoblada agresividad: EE.UU. ha iniciado un intenso asedio mediático y militar contra Venezuela. El pretexto es el combate a las drogas, pero el objetivo es controlar a ese país, poseedor de las mayores reservas de petróleo del mundo e intimidar, desestabilizar y, si fuera posible, derrocar al gobierno de Nicolás Maduro.
La operación contra Venezuela inició hace poco más de un mes. Arrancó con un comunicado oficial del Departamento del Tesoro de EE. UU. donde se califica al “Cártel de los soles”, un presunto cártel traficante de drogas venezolano, como grupo terrorista. A partir de ahí, las acusaciones fueron subiendo de tono, se revivió un expediente judicial estadounidense manufacturado hace años, donde se acusa, sin pruebas, al presidente venezolano y a otros líderes del país de liderar dicho cártel; después, se duplicó el precio anteriormente puesto a la cabeza del presidente venezolano, ofreciendo ahora una recompensa de 50 millones de dólares a quien diera “información conducente al arresto o condena del terrorista global” y de manera teatral se difundió ampliamente en redes sociales y en calles de países gobernados por títeres de Washington, pósteres y anuncios espectaculares con el monto de la recompensa y el rostro de Nicolás Maduro, como si fuera un delincuente fugitivo; finalmente, pasaron a la operación militar: Donald Trump ordenó un despliegue marítimo que incluye: “ocho buques de guerra, dos submarinos nucleares, varios helicópteros, aviones militares y cerca de 8,000 efectivos” (lanacion.com.ar), algunos de los cuales ya merodean por zonas cercanas a las costas venezolanas o “van en camino”.
Este mecanismo es en esencia el mismo que durante décadas usó Washington en otras operaciones destinadas a someter o invadir países: inventarle crímenes a los presidentes, para presentarlos como criminales dignos de ir a la horca; difundir ampliamente esos inventos, para manipular a la opinión pública mundial mediante la poderosa maquinaria mediática de la que dispone y, una vez abonado el terreno, dar el zarpazo militar. Remember Irak, Libia, Vietnam, Siria y muchos más. Ahora resulta que, como escribio Oleg Yasinsky, “el país que más cocaína en el mundo importa, vende, compra y consume, una vez más se pone a dar clases de moral antinarcóticos y amenaza al Gobierno de Venezuela con lo único que sabe hacer bien: la guerra”.
Hay muchos elementos que demuestran que el de Venezuela no es un narcoestado ni sus dirigentes son narcoterroristas, como acusa EE. UU. Cito uno de los más contundentes y documentados: el testimonio de Pino Arlacchi, diplomático italiano que estuvo al frente de la UNODC, la agencia antidrogas y anticrimen de la ONU, quien escribió hace pocos días: “los datos, los reales, que surgen del Informe Mundial sobre Drogas 2025 del organismo que tuve el honor de dirigir, cuentan una historia opuesta a la que está siendo dictada por la administración Trump… El informe 2025 de la UNODC es de una claridad cristalina, que debería avergonzar a quienes construyeron la retórica de la demonización de Venezuela. El informe no hace más que una mención mínima de Venezuela afirmando que una fracción marginal de la producción de drogas colombiana pasa a través del país hacia Estados Unidos y Europa. Venezuela, según la ONU, ha consolidado su posición de territorio libre del cultivo de hojas de coca, marihuana y similares, así como de la presencia de cárteles criminales internacionales. El documento no hace más que confirmar los 30 informes anuales anteriores, que no hablan del narcotráfico venezolano porque no existe”.
Más claro no puede ser, según datos concentrados y verificados por la ONU, es falso que en Venezuela se produzca y trasiegue a gran escala droga, acusación con la que se ha construido toda la belicosa operación norteamericana. Respecto al “Cartel de los soles”, “es una criatura del imaginario trumpiano. Estaría dirigida por el Presidente de Venezuela, pero no se menciona ni en el informe del principal organismo mundial contra las drogas ni en los documentos de ninguna agencia europea contra el crimen y de casi cualquier otra parte del planeta… ¿Cómo puede una organización criminal tan poderosa que merece una recompensa de 50 millones de dólares ser completamente ignorada por cualquiera que se ocupe de la lucha contra las drogas?”, remata Arlacchi en su recomendable artículo titulado “El Gran Engaño contra Venezuela: la geopolítica del petróleo disfrazada de lucha contra las drogas”, publicado el 27 de agosto en el diario digital italiano El Antidiplomático.
Y entonces, ¿cuál es la verdadera razón del interés por demonizar a Maduro con una campaña mundial que lo hace aparecer como el peor narcotraficante mundial y acercarle un Ejército formado de barcos acorazados, aviones y helicópteros de combate, submarinos con capacidades nucleares y miles de marines dispuestos a matar? Hay una sola respuesta: la intención imperialista de que Venezuela, con sus enormes recursos petroleros y su posición crítica deje de formar parte del grupo de países que promueven un mundo multipolar y más justo.
En cuanto a riqueza petrolera, Venezuela tiene las mayores reservas probadas de petróleo de todo el mundo: cuatro veces más que Estados Unidos y mucho más que la que poseen, respectivamente, Canadá, Irán, Irak, Rusia, Kuwait, Libia, China… y México. Un verdadero manjar con valor de miles de millones de dólares, que quisieran engullir a su gusto los grandes monopolios petroleros norteamericanos.
Y desde el punto de vista de su independencia política y su valiente disposición a construir junto con Rusia, China, India, Sudáfrica, Brasil y otros países un mundo multipolar, tampoco cabe duda que Venezuela es un faro y un ejemplo para América Latina y el mundo. Nicolás Maduro es de los presidentes que habla más claro y con mayor decisión sobre la necesidad de liberar al mundo de la tutela del imperio norteamericano, y ha logrado mantener el apoyo de su pueblo frente a verdaderos vendavales de ataques, intentos de homicidio y operaciones desestabilizadoras de alto calibre. Quizá la que hoy enfrenta sea la de mayor envergadura y por eso ha tomado la decisión de convocar a los venezolanos a alistarse y empuñar las armas si fuera necesario, en defensa de su soberanía, de sus recursos y de un futuro digno para el pueblo de Venezuela. Todos los hombres y mujeres que estamos a favor de un mundo que no esté dominado por imperios, debemos protestar por el abusivo ataque a Venezuela y solidarizarnos con su lucha de resistencia contra la calumnia y el acoso militar.
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