MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Austeridad ¿Para quién?: el doble discurso que indigna a México

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Los problemas sociales se agudizan todos los días, el descontento se siente y se traduce en manifestaciones y reclamos, pero los funcionarios hacen oídos sordos y en lugar de voltear a ver la realidad nacional, se la pasan de viaje, haciendo lo que tanto criticaban. 

Cuando Morena logró llegar al poder en el 2018, se planteó una política de austeridad, alegando que los anteriores funcionarios vivían en el derroche mientras el pueblo se moría de hambre. Así, Andrés Manuel López Obrador repitió como mantra la necesidad de una “república austera”. Bajo esta consigna, se recortaron presupuestos, se eliminaron fideicomisos, se desaparecieron instituciones, se ajustaron salarios y se pidió al pueblo “apretarse el cinturón” en nombre de un combate frontal a la corrupción y el despilfarro de recursos públicos.

Sin embargo, a siete años de iniciado este experimento político, cada vez resulta más evidente que la llamada "austeridad republicana" se aplica con rigor al pueblo, pero con excepciones notables para los cuadros de poder de Morena. Hoy, múltiples casos exhiben la contradicción entre el discurso oficial y la ostentación privada de muchos de sus militantes y funcionarios. ¿Dónde quedó la congruencia? ¿Es realmente la austeridad una bandera moral o sólo una herramienta de control político y presupuestal?

López Obrador prometió desde campaña acabar con el derroche que, según él, caracterizó a los gobiernos del PRI y del PAN. Se eliminaron vehículos de lujo, comidas en restaurantes, seguros médicos privados y pensiones a expresidentes. El objetivo era redirigir los recursos al pueblo, en especial a los más pobres.

Uno de los casos más emblemáticos fue el del hijo mayor del presidente, José Ramón López Beltrán, quien vivió en una lujosa residencia en Houston propiedad de un alto directivo de una empresa vinculada a contratos con Pemex. Aunque el presidente afirmó que sus hijos ya no dependían de él, el tema generó gran polémica. ¿Cómo un hijo del presidente, sin cargo público, puede acceder a semejante estilo de vida?

Más allá de su legalidad, lo que indignó a millones fue la hipocresía implícita: mientras al pueblo se le pide resistir la carestía y el desabasto en hospitales públicos, el círculo cercano al poder vive con privilegios que se suponía estaban erradicados.

Recordemos también que las campañas de Morena en 2021 y 2024 también fueron ejemplo de contradicciones: espectaculares, caravanas, conciertos gratuitos, operadores y "Servidores de la Nación" movilizados a nivel nacional con recursos abundantes. ¿Quién paga eso? ¿No era morena el partido del pueblo, de los zapatos desgastados, del “no mentir, no robar y no traicionar”?

El problema de la “austeridad republicana” no está en su idea original, acabar con los excesos del poder, sino en su uso selectivo y punitivo. Mientras los funcionarios de morena derrochan, la austeridad ha sido utilizada para justificar recortes drásticos en sectores vitales como salud, ciencia, cultura y atención a desastres.

La austeridad morenista ha servido, además, como una poderosa herramienta de control político y castigo presupuestal. Gobernadores, alcaldes o funcionarios que no son cercanos al oficialismo federal han visto cómo sus recursos son recortados o retrasados, en nombre de la eficiencia. También se ha usado como coartada para militarizar funciones civiles: al carecer de recursos o estructura, se entregan funciones clave como las aduanas, aeropuertos, distribución de medicamentos, al Ejército, supuestamente más barato y confiable, aunque sin transparencia.

El lujo no es delito si se ha ganado honestamente. Pero cuando el discurso oficial condena el privilegio y la ostentación, mientras sus representantes lo practican a escondidas o lo disfrazan, la traición es ética y política.

Definitivamente Morena ya no puede tapar el sol con un dedo, la presidenta Claudia Sheinbaum se ha dedicado a defender a los miembros de su partido que rompen el discurso oficial con su vida de lujos. Mientras millones de mexicanos no tienen para comer y mucho menos para vacacionar, los funcionarios que eran acérrimos críticos de los lujos de los exfuncionarios del PRI y del PAN, se han convertido en eso que tanto odiaban. 

Sea quien sea, del partido que sea, el pueblo ya no puede permitir que se le trate como ciudadano de segunda y que no tiene criterio. Basta de la burla del partido en el poder, los mexicanos exigimos que se pongan a trabajar y a resolver los problemas que tanto lastiman a las familias como la falta de medicamentos, carreteras destrozadas, hospitales en decadencia, escuelas sin servicios básicos, en fin, la lista de problemas es muy grande y, por lo que se ve, la capacidad de resolverlos muy poca.

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