En los últimos años, las manifestaciones encabezadas por la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios “Rafael Ramírez” (FNERRR) han sido más recurrentes, sacudiendo las calles de la Ciudad de México y otras regiones del país. El ejemplo más cercano de ello es la manifestación ocurrida recientemente en la capital oaxaqueña, donde se reunieron jóvenes estudiantes de diversos lugares de la nación en busca de una solución ante las injusticias cometidas el pasado 5 de agosto en Villas de Monte Albán, y el gobierno municipal no ha tomado acciones reales para dar solución a este indignante problema.
Los estudiantes afines a la FNERRR ven la situación bastante clara: la educación es la base para construir un país más justo, y si no se garantiza con seriedad, México seguirá atrapado en la desigualdad y el estancamiento.
Estas protestas no son ajenas para la juventud que apenas comienza su formación universitaria, pues representan una realidad que se vive día a día: la precariedad del sistema educativo mexicano, el abandono institucional que se ha vuelto rutina y la agresión directa a estudiantes pobres que buscan estudiar una carrera universitaria con la intención de mejorar su vida.
Quienes recién ingresan a la preparatoria o a la universidad lo hacen con ilusión que poco a poco se desvanece con la situación educativa real del país, taladrando en sus conciencias que no tienen las condiciones necesarias para lograr su objetivo con dignidad. Las becas que reciben, como las Benito Juárez, aunque medianamente útiles, no alcanzan para cubrir las necesidades reales. Además, las escuelas carecen de infraestructura adecuada para un aprendizaje integral: los laboratorios están desactualizados o son inexistentes; no tienen el material educativo necesario y carecen de servicios básicos en las instalaciones educativas.
La llamada Cuarta Transformación prometió una revolución educativa, pero lo que se observa es una serie de recortes, desmantelamientos de programas y una priorización de discursos ideológicos por encima de las necesidades concretas y reales de los estudiantes.
Entre 2018 y 2024, el Presupuesto de Egresos de la Federación destinado a infraestructura educativa se redujo en más de un 40 %, según datos del Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados; además, programas como Escuelas de Tiempo Completo, que beneficiaban a más de 3.6 millones de estudiantes, fueron eliminados en 2022, afectando principalmente a comunidades rurales y zonas marginadas.
Para quienes apenas comienzan su camino académico, esta contradicción entre lo prometido y lo vivido genera frustración, pero, a su vez, también va generando conciencia y voluntad para alzar la voz y no quedarse al margen de la deplorable situación real en la que viven.
La FNERRR ha logrado canalizar ese descontento; su presencia en las calles no es un acto de rebeldía sin causa, sino una expresión legítima y organizada de una generación que exige ser escuchada, tal y como lo dice la consigna: “Si hubiera soluciones, no habría marchas ni plantones”. Jóvenes de distintas regiones se han unido para denunciar el abandono educativo y exigir una transformación real, haciéndolo posible en la práctica material y no en el puro discurso.
El gobierno de Morena, que se presenta como “defensor” del pueblo o la “esperanza” de México, no fue más que una farsa maquillada de avance y preocupación por el pueblo pobre de nuestro país. Ha ignorado en reiteradas ocasiones las demandas más sensibles de millones y, en lugar de atenderlas, ha optado por minimizar el problema para no darles solución, como si la petición de solución a sus demandas fuera el obstáculo y no el síntoma de un sistema que ya no responde.
Los estudiantes afines a la FNERRR ven la situación bastante clara: la educación es la base para construir un país más justo, y si no se garantiza con seriedad, México seguirá atrapado en la desigualdad y el estancamiento.
Para quienes apenas comienzan su licenciatura, este panorama no es motivo de resignación, sino de compromiso: observan, analizan y se suman a la exigencia de una educación democrática, crítica, científica y popular. No buscan privilegios, sino justicia; no piden favores, sino derechos; y en ese camino, la FNERRR se ha convertido en una voz colectiva que articula lo que muchos sienten, pero aún no saben cómo expresar.
La protesta estudiantil no es el problema, es el medio que la sociedad utiliza para buscar la solución a un problema que se ha ignorado por demasiado tiempo; y si algo queda claro en este momento, es que los jóvenes no están dispuestos a callar, porque saben que el futuro de México depende de lo que se haga hoy con su educación.
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