La falta de lluvias suficientes el año pasado, y la consecuente escasez en las once presas del estado, que actualmente promedian un 6.5 % de almacenamiento, han encendido los focos rojos en todos los sectores productivos, pues sin agua se paralizaría prácticamente toda la vida social y económica, un hecho sin precedentes en Sinaloa.
Estamos ya en la etapa más crítica de la falta de agua, de la sequía y no vemos la mano de la federación; los agricultores y ganaderos están abandonados a su suerte.
Abordo en primer término las afectaciones en el sector agropecuario, pilar fundamental de la vida productiva del estado. Por mencionar solamente dos aspectos, nos daremos cuenta de la gravedad de la situación: de todos es sabido que Sinaloa, hasta antes de 2024, lideraba al país en la producción de maíz, aportando casi seis millones de toneladas anuales, que representan el 20.1 % del mercado nacional; también se destaca como el principal estado productor de jitomate, con una cosecha de 702 mil 665 toneladas hasta marzo de 2024.
En conjunto, estas actividades del sector primario generan miles de empleos permanentes y temporales, los cuales se han visto drásticamente disminuidos por la reducción de la superficie de siembra por falta de agua. En el cultivo de maíz, según datos de la Confederación de Asociaciones Agrícolas del Estado de Sinaloa (Caades), se estima que no se podrán superar, en el ciclo 2024-2025, las 300 mil hectáreas sembradas de maíz blanco, por el temor de los productores de quedarse a medio camino por insuficiencia de agua para sacar adelante ese tipo de cultivo.
Lo mismo ocurre con la producción hortícola. No se alcanzaron los volúmenes productivos ni la duración habitual de la temporada. Los campos agrícolas dieron por terminada su actividad mucho antes que en temporadas pasadas.
Los jornaleros provenientes de otros estados regresaron a sus lugares de origen anticipadamente, y los propios del estado ya no encuentran empleo y tendrán que migrar a otras actividades y estados.
En la actividad ganadera la situación no es distinta: la falta de pastura ha hecho estragos en los hatos ganaderos, provocando muertes masivas por falta de alimento, remates de animales a los frigoríficos, y los más afectados económicamente son los pequeños y medianos productores.
En el campo sinaloense hay desespero e incertidumbre. El apoyo del gobierno es muy raquítico. Por ejemplo, el seguro catastrófico no tuvo una aplicación general a los afectados ni contempló la superficie dañada de cada productor; fue sólo un apoyo mínimo, como para no quedar exhibido como un gobierno insensible a la crisis del sector temporalero.
El gobernador del estado, Rubén Rocha Moya, gestionó la declaración de desastre —a mi juicio, muy tarde— para que la Federación aporte recursos y alivie un poco la situación. Estamos ya en la etapa más crítica de la falta de agua y de la sequía, y no vemos la mano de la Federación; los agricultores y ganaderos están abandonados a su suerte.
La crisis agropecuaria tiene efectos directos en la economía estatal, pues Sinaloa es un estado donde las actividades primarias ocupan un lugar importante: aportan un 11 % del PIB estatal, lo que a su vez impacta en la vida económica de ciudades como Ahome, Guasave, Salvador Alvarado.
En Culiacán y Mazatlán —que viven del comercio y de la actividad turística— también se deja sentir el impacto. El cierre de comercios va en aumento, debido a la alta inseguridad y a las pocas ventas.
En las ciudades ya se percibe la falta de agua suficiente en los hogares, sobre todo en colonias populares y en poblados rurales. En resumen, el panorama es muy oscuro en el abasto de agua: en las semanas venideras se vivirá una situación muy difícil para las familias, especialmente para las de menores ingresos.
Ante esta situación, el Gobierno del estado tiene que ser más exigente con la Federación, para que se agilicen los tiempos, lleguen más recursos y se apoye mejor al sector agropecuario, así como para enfrentar en mejores condiciones la falta de agua en zonas urbanas.
A mediano plazo, se tendrá que implementar un plan de mejor aprovechamiento del agua en todos los sectores, como el mejoramiento de la infraestructura de riego agrícola. Se pierde mucha agua por los canales no revestidos y por los canales de riego antiquísimos. Se sigue usando el riego rodado, como en los tiempos romanos. También se debe mejorar la conducción y distribución del agua en ciudades y poblados rurales, pues hay infraestructura obsoleta y poco funcional, con redes de distribución que tienen más de cincuenta años de servicio y que constantemente presentan fugas por todos lados.
Todo esto requiere reorientar el gasto público y darle prioridad a lo verdaderamente importante e indispensable para el funcionamiento de la vida productiva y social de Sinaloa. Garantizar el abasto de agua es una de esas prioridades.
Los antorchistas seguiremos luchando para que eso se haga realidad. Ejemplo de ello es nuestra lucha para que se aproveche mejor el agua en los módulos de Pueblos Unidos y Eldorado; para que los agricultores de la Península de Villamoros cuenten con un sistema de riego que les permita producir mejor, y en la rehabilitación de redes de agua potable con más de cincuenta años de antigüedad. Insistiremos en que se realicen estas obras en el poblado de Palmar de Leal, municipio de Mocorito; en Obispo, en Culiacán, entre otros.
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