MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Reducción laboral y espejismos de bienestar

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En 1872, Friedrich Engels denunciaba en “Contribución al problema de la vivienda” cómo el obrero industrial del siglo XIX era devorado por jornadas de dieciséis horas diarias, hacinado en tugurios, mientras la burguesía acumulaba riqueza con su sudor. Hoy, en México, la historia se repite con otro disfraz: el de un gobierno que presume “avances” laborales mientras se perpetúa la miseria.

La reducción de la jornada a 40 horas semanales (anunciada con bombo y platillo por Marath Bolaños) no es más que un espejismo electoralista; una promesa vacía que, lejos de dignificar, encubre la explotación estructural.

La 4T insiste en venderse como un Estado benefactor mientras entrega subsidios clientelares convertidos en anzuelos electorales. Pero su “obsequio” laboral excluye al 56 % de trabajadores informales.

El ingeniero Aquiles Córdova Morán, en sus Conferencias Obreras impartidas hace más de cuatro décadas y que hoy en día están plasmadas en dos libros, explica a gran detalle el desarrollo del movimiento obrero mundial, sus vicisitudes y sus experiencias, pero, sobre todo, su necesidad histórica.

El tomo II, enfocado en México, recuerda que nuestra historia está marcada por la resistencia, siempre saboteada por un Estado cómplice de los intereses empresariales. La 4T, lejos de romper ese ciclo, lo disfraza con retórica progresista. ¿Acaso no es sospechoso que la reforma entre en vigor dentro de cinco años, justo para la próxima contienda electoral?

El trabajador mexicano no necesita migajas de tiempo; necesita salarios que sobrepasen la inflación (7.45 % en 2023). Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el 42 % de las familias dependen de dos o tres empleos para cubrir la canasta básica.

Como señalaba Lenin en su libro ¿Qué hacer?, la verdadera lucha no es por vender mejor la fuerza de trabajo, sino por destruir el régimen que obliga a venderse. El Movimiento Antorchista lo entiende: la dignidad laboral no se decreta: se conquista con organización.

Asimismo, se sabe que el capitalismo jamás cede sin compensar sus pérdidas; si las horas bajan, intensificará ritmos, recortará prestaciones o reemplazará manos humanas con máquinas. El patrón siempre gana y el obrero sigue corriendo en una noria de miseria.

La 4T insiste en venderse como un Estado benefactor mientras entrega subsidios clientelares convertidos en anzuelos electorales. Su “obsequio” laboral excluye al 56 % de trabajadores informales (los verdaderos creadores de riqueza en campos, calles y talleres clandestinos).

¿Dónde está su reforma fiscal para gravar a las grandes fortunas, que según Oxfam México poseen el 43 % de la riqueza nacional? ¿Su apuesta por empleos estables con seguridad social, cuando sólo el 36 % de los ocupados tiene acceso a servicios médicos?

En cambio, prefieren discursos endulzados en los oídos para adormecer la indignación y ocultar que, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, el 60 % de los empleos generados en este sexenio son informales.

El Movimiento Antorchista lleva décadas señalando que la dignidad laboral no se decreta; se conquista con organización. La lucha por la jornada de ocho horas en el siglo XX costó sangre (piénsese en los mártires de Chicago o en los mineros de Nueva Rosita); hoy, reducirla sin atacar el salario es una tomadura de pelo.

Mientras el gobierno gaste más en publicitar sus “logros” que en políticas de fondo, seguiremos viendo a personas rebuscando en la basura, a jóvenes emigrando (México es el segundo país con más desplazados por violencia en América Latina) y a un pueblo exhausto.

Engels escribió que “la emancipación de la clase obrera debe ser obra de los obreros mismos”. La 4T, con sus tretas mediáticas, parece empeñada en demostrar que tenía razón. Sus medidas tardías, insuficientes y excluyentes, no son más que parches en una herida gangrenada por la desigualdad. 

Pero la historia, tarde o temprano, desnuda a los charlatanes. Y cuando eso ocurra, sólo quedará en evidencia que el verdadero cambio no vendrá de los discursos, sino de la organización que hoy pretenden silenciar.

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