La economía alemana está en recesión. Al respecto publica RT: “Miles de empresas cierran en Alemania, ¿la locomotora de Europa, descarrilada y sin energía? En 2022 cerraron 154 mil empresas; en 2023, 176 mil y en 2024, 196 mil […] De acuerdo con un informe del Centro Leibniz para la Investigación Económica Europea, en Alemania se han cerrado más empresas de las que se han fundado en los últimos dos años. Todos los sectores sufren esta crisis, las industrias con un alto consumo de energía son las que más problemas enfrentan, pues desde que Alemania decidió abandonar el gas ruso, los precios se han encarecido” (RT, 6 de junio).
Alemania sigue una vía equivocada de reactivación económica, pues no atiende la raíz estructural del problema: su rezago productivo y sus elevados costos energéticos.
El crecimiento del producto interno bruto antes del conflicto en Ucrania, y gracias al gas barato ruso, fue de 3.7 % en 2021. A partir de 2022 Alemania se sumó a las sanciones contra Rusia, rechazando particularmente la importación del gas natural que recibía.
Y debió importar gas licuado, 40 % más caro, elevando así sus costos de producción y de generación de electricidad. El efecto búmeran. “Achim Dercks, director general adjunto de la Cámara Alemana de Comercio e Industria, explica a DW que los precios de la energía en Alemania son de los más altos del mundo. Como emplazamiento empresarial, no es competitiva en términos de costes energéticos, ni en Europa ni a escala mundial. En Estados Unidos, el precio de la electricidad industrial en 2023 rondaba los siete céntimos, en comparación con Alemania, donde se paga unos veinte céntimos por kilovatio hora, mientras que en China, el precio en 2023 era de ocho céntimos” (DW, 18 de febrero). Alemania acusa, pues, una seria pérdida de competitividad.
El crecimiento se estancó. En 2022 el producto interno bruto creció en 1.4 %; en 2023 fue negativo (-0.3 %), y en 2024 también decreció (-0.2 %). El gobierno espera crecimiento de cero este año, 0.7 % para 2026 y 1.2 % para 2027 (DW, 21 de mayo). Alemania está en recesión (único país de Europa en tal situación), y las cosas podrán complicarse si este 9 de julio entra en vigor el arancel de 50 % anunciado por Donald Trump a la Unión Europea.
Para reactivar la economía, el gobierno recurre al “keynesianismo militar”, aumentando el gasto público en la industria armamentista en tiempos de paz. Las fuerzas armadas están recibiendo un aporte económico no visto desde la Guerra Fría. El gasto militar, en diez años, aplicando el 3.5 % del producto interno bruto, “… podría ascender a 652 mil millones de dólares […] en 2005 era de 1.1 %. Recién en 2024, Alemania alcanzó el umbral de la Organización del Tratado del Atlántico Norte del 2 %, lo que marca la primera vez en más de treinta años” (CNN, 23 de marzo).
Galaxia Militar precisa: “Alemania duplicará con creces su gasto militar para finales de la década […] Para este año, asignó 111 mil millones de dólares, incluyendo la ayuda a Ucrania. En 2029, se espera que alcance 190 mil millones […] Friedrich Merz se ha fijado el objetivo de convertir a la Bundeswehr en ‘el ejército convencional más fuerte de Europa’” (Galaxia Militar, 27 de junio).
Por su parte, el portal MSN publica: “Vuelve el ejército más temido de la Segunda Guerra Mundial: ya gasta más en armamento que Francia e Inglaterra […] 5 % del producto interno bruto en gasto militar, solicitado por Donald Trump y respaldado por la Organización del Tratado del Atlántico Norte […] el déficit fiscal [será 1.5 veces mayor] en 2029” (MSN, 29 de junio).
Pero como la economía no crece, “El derroche de gastos se financiará mediante una oleada de préstamos” (Íbid.), lo cual implica a futuro más impuestos. Este sacrificio del pueblo alemán beneficiará a los capitalistas nacionales, sí, pero analizando los rubros del gasto, resaltan las compras a Estados Unidos, cuyo complejo militar-industrial será el gran favorecido.
Ahora bien, estancada la economía y desviados tan cuantiosos recursos a la guerra, lógicamente se reducen los que debieran aplicarse a atender las necesidades sociales. Expertos entrevistados por DW detallan:
“Cada vez más personas que trabajan a tiempo completo necesitan ayuda social […] en 2024, unos 826 mil trabajadores dependían de la prestación por desempleo. Es la primera vez que el número de personas empleadas que reciben una prestación social aumenta desde 2015 […] el salario mínimo es demasiado bajo […] los pequeños aumentos no han seguido el ritmo de los incrementos del alquiler y del costo de vida […] incluso si se trabaja a tiempo completo, no cubre lo que se supone debería cubrir […] quienes ganan el salario mínimo por un trabajo a tiempo completo no pueden permitirse una vivienda adecuada en el 50 % de las principales ciudades de Alemania […] 306 mil niños alemanes menores de tres años no tienen una plaza en una guardería o preescolar, a pesar de tener derecho […] la tendencia general a la baja en cuanto a prestaciones se mantiene desde 2015” (DW, 27 de junio). El desempleo ha alcanzado su nivel más alto desde la pandemia, y la pobreza también aumenta.
Y aumenta la presión sobre los trabajadores. “Friedrich Merz subraya que la población en Alemania debe trabajar más […] mencionó la flexibilización de la jornada laboral y que las personas continúen trabajando voluntariamente después de la edad de jubilación” (DW, 21 de mayo).
Por su parte, “Bertram Brossardt, director general de la Asociación de Empresas Bávaras, declara: ‘No somos lo suficientemente productivos. Si queremos ser competitivos, ¡tenemos que volver a trabajar más!’” (Genbeta, 22 de junio). ¡Sí, pero los trabajadores! El gobierno incluso pretende reducir los días feriados.
Con el acelerado rearme, Alemania sigue una vía equivocada de reactivación económica, pues no atiende la raíz estructural del problema: su rezago productivo y sus elevados costos energéticos, causados por la cancelación de compras del gas ruso base de su anterior competitividad.
En términos políticos y militares, el imperialismo azuza su jauría, como siempre, con el trillado argumento de defender “la libertad” en Europa, pretendidamente amenazada por Rusia. La libertad usada como taparrabo de los halcones neonazis. Y es que, de manera consuetudinaria, para justificar sus invasiones, el imperialismo siempre necesita inventar enemigos externos, como evidencian las guerras en Irak y Afganistán. Y “la amenaza” fue primero la Unión Soviética; ahora es Rusia, y también China.
Para enfrentar ese imaginario peligro, Friedrich Merz declaró en marzo, refiriéndose al rearme: “Alemania ha vuelto”, “Alemania está haciendo una contribución significativa a la defensa de la libertad y la paz en Europa”.
Pero no perdamos de vista que Alemania desató las dos guerras mundiales, conque no es descabellado pensar que hoy, junto con sus socios imperialistas de Occidente, se empeña en provocar la tercera conflagración.
En marcado contraste, como mentís práctico a toda esta paranoia, el propio presidente ruso, Vladimir Putin, ha venido insistiendo en reiteradas ocasiones que, al concluir el conflicto en Ucrania, propondrá una reducción considerable al gasto en defensa.
Para desarrollarse, Rusia no necesita invadir a nadie: es un país muy extenso (ocho punto cinco veces el territorio mexicano) y muy rico en recursos naturales. En cambio, sí ha sido históricamente víctima de varias invasiones europeas, incluyendo la presente: la guerra que le hace la Organización del Tratado del Atlántico Norte a través de Ucrania.
En conclusión, el motivo real de los preparativos militares del capitalismo alemán es realmente otro. Le incomoda en su proximidad una Rusia tecnológica y económicamente fuerte, soberana, dueña de sus recursos y de su destino; y van sobre ella pretendiendo imponerle un cambio de régimen político proimperialista, así como adueñarse de su mercado y saquear sus inmensos recursos.
Frente a los histéricos afanes belicistas del capitalismo alemán y sus socios estadounidenses, es necesario levantar un enérgico repudio mundial. La humanidad peligra, y debe defenderse.
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